En su sentido más estricto, el yoga es ejercer el dominio y el control de todos los impulsos vitales. Lo que los occidentales entendemos como tal se limita casi siempre a las primeras fases del camino hacia el yoga: ejercicios físicos, control de la respiración y relajación.
Quien sólo conozca el yoga a través de las posturas representadas en publicaciones, fácilmente caerá en el error de creer que se trata de una especie de complicada gimnasia.
Pero no se trata de realizar a la perfección las posturas de la cobra, la tortuga, vertical de cabeza y del loto. Los ejercicios han de hacerse muy lentamente, sin demasiado esfuerzo, sólo hasta el punto en que se empiece a estar a disgusto. Entonces hay que mantenerse en esa postura desde unos minutos hasta una media hora, a la vez que se respira reposadamente.
Todas esas extensiones, torsiones e inclinaciones tienen como finalidad que la respiración fluya por todo el cuerpo, para mejorar el riego sanguíneo y conseguir una total relajación.
Con el tiempo también los músculos se volverán más flexibles, más elásticos y más fuertes. Pero la cuestión fundamental es conseguir una correcta respiración. Cada posición implica determinados ejercicios respiratorios. De ahí que, para lograr la necesaria coordinación no sea recomendable aprender yoga autodidácticamente, sino que es conveniente asistir a cursos, sobre todo al principio.
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